Nunca en fin de
semana de estreno. Ese es mi lema para las películas que, de entrada, no tengo
el menor interés de ver. Pero me dejé
convencer, y me terminé por arrepentir.
No mentiré
diciendo que Superman es mi personaje favorito, ni siquiera en el universo
DC. Pero hablo con la poca autoridad de
quién ha leído, al menos, toda la saga de Muerte y Resurrección y que,
además, tiene un hermano fanático y
conocedor.
De entrada
aclarar: este es un caso de ladrón que roba a ladrón. Supongo que todos hemos
notado las similitudes entre Dragon Ball y Superman: Un bebé alienígena salvado
de un planeta al borde de la destrucción, que termina en la tierra criado por
gente humilde y con una capacidad física muy por encima del humano promedio.
Si, Otakus, Toriyama tomó muchos elementos de Superman. Y ahora Warner toma
elementos de Dragon Ball. El tipo de
batallas, la forma de los vuelos, etc… Y
eso es lo bueno de la película.
Ahora viene lo
malo:
Credibilidad.
Mi papá es
fanático de James Bond. Siempre ha dicho que le gusta porque lo hacen creerse,
en su contexto, una serie de “tarugadas” que por supuesto en la vida real no
son posibles.
Yo puedo creer
muchas cosas: que hay otros planetas habitados (de esto no necesita convencerme
el cine, sino la lógica), que estos tengan (o no) más tecnología que nosotros, que
los viajes interplanetarios son posibles… en fin. Lo que no puedo creer es que
un planeta muy raramente desarrollado tenga tecnología inimaginable para
ciertas cosas y sean incapaces de predecir una cuestión tan trascendental como
la destrucción total del planeta efectiva en, digamos, una semana. Seguro
habría algunas señales. Y claro, la predice Jor-el, pero es ignorado por todos,
y en este planeta tan desarrollado cuyos habitantes hacen viajes a otros
planetas como si fueran vacaciones a la playa, es más fácil salvar a un único
bebé que a una familia completa, cuando aún no está pasando nada. Y no solo
eso: ante la amenaza de la destrucción, que decidieron ignorar, los militares
rebeldes son puestos a salvo al ser encerrados en unas cápsulas de fálica forma
y enviados a la Zona Fantasma.
Así las cosas,
Man of Steel perdió credibilidad para mí a los 10 minutos de haber comenzado.
Edición.
Como en telenovela
mexicana, me queda claro que la edición no era su prioridad, ya que la primera
hora de la película se sucede sin que apenas pueda entender nada de lo que
pasa. Lois Lane aparece sin venir a
cuento y Clark Kent va por la vida como de mochilazo sin que te expliquen que
hace, ni por qué.
Coherencia.
Clark tuvo 33
años para adaptarse a la vida en la tierra, y era ultrasuperespecial porque se
alimentó del saludable sol y atmosfera terrestre. Hasta ahí todo bien. Y
entonces llega Zod, y es más ultrasuperespecial, así sin adaptación ni nada:
solo un casco respirador. Ergo, Clark ya no es especial.
El Factor Humano.
Si claro, los
humanos estamos locos. Tanto, que en medio nuestra versión local de la Guerra
de los Mundos permanecemos en el piso más alto de un edificio y nos decidimos a
evacuar hasta que tenemos encima la catástrofe. Tanto más, que vamos a observar
arte en los museos antes de morir aplastados por la gravedad aumentada. Aún
más, que la milicia anda cargando con una reportera como si fuera un soldado
más por lo involucrada que está en todo (o sea… por ser reportera).
El Factor Alien.
Los aliens
también están locos. Zod exige a Kal-El, pero ya puestos, también que le entreguen
a la rubia desconocida con la que se echa ojitos. WTF. Y que ella suba primero,
como la caballera que es. Y solo por aclarar, ¿los kryptonianos-militares-rebeldes
pasaron 33 años planeando su terrible venganza, aprendiendo todos los idiomas
terrestres y tomando un curso para hackear el sistema de televisión mundial?
Que ociosos.
Concluiré con lo
mismo que dije en mi cuenta de twitter apenas salí del cine: Esas son dos horas
de mi vida que jamás volverán.
Woww!
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