La polémica está
a todo lo que da. Mientras unos apoyan y otros reprueban los paros de maestros
por todo el país (fijo postura, como dice Villalvazo: yo los repruebo), el
debate se diversifica en más ramas. Tal es el caso de Marina y Grimaldo, los
alumnos del CBTIS que, con pésima ortografía y poco criterio, criticaron
(ofendieron, pues) a su maestra en Twitter. Y aunque a mí la mala ortografía
con la que lo hicieron me parece en sí ya bastante delictivo, no justifico para
nada la actitud de la maestra que amenazó, y cumplió, con llegar hasta las
últimas consecuencias. A continuación, la historia y mi argumento:
Marina publica
un tuit en el cual habla de que la maestra Idalia le hizo algo y adereza su
comentario con dos o tres groserías. Cabe aclarar que pese a que la maestra
tenía cuenta en Twitter, Marina no la etiquetó. A veces uno se ofende por
cualquier cosa, pero en este caso creo que Marina debe haber tenido motivos
para ofenderse ya que la citada maestra (que muchos juzgamos de Cyber Stalker)
buscó en su cronología de Twitter a ver que ponía la muchacha (de otra manera
no me explico cómo se enteró)*. Ofendida, Idalia confronta a Marina y a
Grimaldo (otro alumno que "solo dio RT"), no sin antes asegurarse que
todo quede en video. Y el video, como otros tantos, se hizo viral. El resultado
no fue bueno para ninguno, los tres fueron suspendidos en diferentes grados.
Mi primer punto
es este: Yo en incontables ocasiones he criticado gente. Según mi grado de ira
he usado (o no) groserías. Es una forma de desahogarse. Lo hago con gente que
creo o sé que no va a ir por ahí contando las cosas y que mi desahogo no tendrá
más consecuencias que tranquilizarme. Si la gente de la que he dicho cosas lo
supiera, probablemente se enojaría muchísimo. Pero el punto es que no se los
digo a ellos. Estoy en mi derecho de expresar mi ira. Es solo verbalmente y ni
siquiera directamente. No voy y rayo sus coches. No los mando golpear o matar.
No hago nada malo, en realidad. Si me tragara mis emociones, probablemente
tronaría algún día más violentamente. Si no dijera nada, tal vez hasta me
enfermaría. Es por eso que entiendo la postura de Marina (aún sin saber el
motivo de su coraje). En mis tiempos de estudiante no había Twitter o Facebook,
así que mi ira siempre la externé de otra manera y nunca estuve en una
situación similar (aunque admito que una vez pateé la puerta de mi salón de
clases después de que mi maestra de Civismo me quiso obligar a asistir a un
paseo por una cervecería del que yo no llevaba autorización firmada por mí
mamá, pues me ahogaba él humo de las fábricas). Por otra parte, ahora que no
estudio sino trabajo, difícilmente cometería la tontería de quemarme en una red
social para quejarme de lo que sea que me haya acontecido en el día. Y si lo
hago, será de manera más elegante y con menos groserías, sin mencionar nombres.
De entrada y por regla general, trato de no mezclar mi trabajo con mi vida
personal y si algún jefe me agrega en redes sociales, lo bloqueo con toda
gracia.
Mi segundo punto
va por el lado de Idalia, la maestra, y me sigo poniendo de ejemplo. No creo
jamás haberme convertido en Trending Topic por haber tenido un desacuerdo con
alguien y eso es porque no suelo pedir que lleven cámaras cuando confronto a
una persona (cosa que casi nunca hago). En mi trabajo tengo una muy pequeña
posición de autoridad. No tengo gente a mi cargo, pero igual necesito ser firme
con el personal que trato y con la gente que acude a mí por "equis"
motivo. Sí tengo muchos críticos, ya que a través de mi se accede a los dueños
de la empresa. Si lo quieren ver así, sólo tomo recados, pero hay gente que no
acepta dejarlos. Me imagino que dicen muchas cosas feas cuando yo no estoy para
oírlos y, tal vez, las publiquen en redes sociales, pero a mí ni me interesa
saberlo ni haría nada si lo supiera. Mis confrontaciones tienen más que ver con
que alguien no realice su labor correctamente que con la pobre opinión que les
puedo llegar a generar. Claro que me molesta enterarme de que me critican
(cuando me llega el chisme), pero no lo evitaré haciendo de esa circunstancia
un espectáculo con público. Lo que hizo Idalia fue ponerse sola en el ojo del
huracán. Solicitó ser filmada haciendo la heroica labor de defenderse y se echó
a medio país encima. Pudo dar una cátedra de civilidad, sin embargo se alteró y
amenazó a una alumna que, como muchos lo vemos, solo hizo en público lo que
muchos hacemos en confianza. Idalia llevó, por citarla, ese asunto a sus
últimas consecuencias, y jamás pensó que las últimas consecuencias podían no
ser favorables para ella misma. A nadie nos gusta que nos critiquen, ni que
hablen mal de nosotros a nuestras espaldas o, ya puestos, a nuestra cara, pero
pocos pensamos que la solución sea una humillación pública en video.
Y por último
está Grimaldo; el, ahora Twitstar, que
dio RT. Compartir la opinión de alguien para nada es un delito, maestra Idalia.
*Maestra Idalia:
se me ocurre que tal vez otro alumno le pasó el pitazo del tuit de Marina, en
cuyo caso retiro mí acusación de que usted sea una Cyber Stalker.
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