La lluvia seguía cayendo. Ya no la sentía resbalando fría sobre su cuerpo. Llevaba mucho tiempo a su merced y se había acostumbrado a ella. Lo que si sentía eran las lágrimas, ardientes contra su mejilla húmeda y fría, quemando sus ojos y dándole un aspecto patético. Como en una canción, se dijo y comenzó a canturrear:
-But since we´re not together, i pray for stormy weather, to hide this tears i hope you’ll never see…
Mientras lo hacía dos lágrimas más surcaron sus mejillas. Por un segundo se imagino vista de lejos, una jovencita de cabello largo abrazándose las piernas, acurrucada en una banca de parque con una sudadera muy grande y unos pantalones muy entallados, llorando en silencio como si la vida le fuera en ello. La imagen se le antojó muy romántica. Como si fuera una protagonista de telenovela, las cámaras la filmarían desde unos metros más allá para tomar la escena en todo su esplendor. Y luego le harían un close-up. A su cara roja y sus ojos hinchados.
No, definitivamente no como una protagonista de novela. Ellas lloran sin esos contratiempos, lloran para verse más hermosas, la lluvia no les cala los huesos (aunque ya no los sienta calados, pensó) ni les arruina los zapatos. La lluvia no les corre el maquillaje, se dijo, ni les produce lágrimas negras.
Feliz amnesia, se dijo, volviendo a su pena original, ya casi no puedo recordar por qué lloro tanto. E invocado así, el recuerdo volvió. Mas que un recuerdo, el fantasma de la sensación original. Y el llanto volvió a encenderse. Era curioso, como subía y bajaba de intensidad.
Más música vino a su mente, música de lluvia, que siempre hablaba de dolor también. Era el tipo de clima que provocaba eso. Sol, felicidad. Lluvia, tristeza. Viviría feliz y un poco achicharrada y sedienta en un planeta sin lluvia. Todos serian felices.
Era verdad, los recuerdos se fragmentaban en el cerebro para no doler tanto, por eso uno piensa idioteces en los funerales, por eso cuentas chistes. O morirías de desesperación. Seguramente por eso había suicidas, su cerebro no fragmentaba, o tal vez les gustaba mas el drama que a ella, tal vez también se imaginaban su suicidio en un capítulo de una serie de televisión, y luego estar vivos de nuevo en el siguiente, pero no funcionaba así.
Mientras su mente divagaba, y su ojos persistían en el llanto sintió la lluvia bajar de intensidad, y el frío volvió. Y con la vista aún nublada percibió una silueta frente a ella.
Parpadeó. Una vez, dos veces. Hasta que pudo ver con claridad. Y ahí estaba la única persona cuya mano tomaría luciendo como lucía y sintiéndose como se sentía. La persona que había provocado esa sensación en primer lugar. Se permitió sonreír. Una sonrisa muy leve. Una última lágrima recorrió su mejilla, pero ya no era motivada por la ira o la tristeza, sino por el alivio. Ya no quemaba.
La lluvia se detuvo. Con una rapidez inexplicable, las nubes que cubrían el sol se disiparon. Sol, felicidad. La naturaleza también lo comprendía.
Escrito por:
Luz Torres Deyra








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